El bueno de don Bepo, ventrílocuo, se siente viejo y cansado. Coge a Ruperto, su muñeco, y se retira a su pueblo. Una vez allí pone a Ruperto de espantapájaros. Pero Ruperto no se iba a quedar allí plantado. ¿Qué peripecias le esperan fuera del pueblo? Una tierna historia que demuestra la inutilidad de fiarse de las primeras impresiones.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.